Parezco fuerte, pero en realidad, no soy nada fuerte, parece que las cosas no me afectan, pero sí, me afectan, pero lo oculto bien. Parece que puedo tomar decisiones así, a la ligera sin que nada me afecte, fácilmente, todo se ve fácil desde fuera, pero no, y cuesta más de lo que la gente se piensa. Por tanto, yo ya nosé que hacer, siempre dicen que tengo bastante madurez mental para mi edad, pero esta vez no, esta vez me ha superado y nose que hacer ni que decir, simplemente me abstengo a las consecuencias, simplemente me callo, aunque me cueste, dejo que el silencio solucione las cosas, dejo que las apacigüe, por mucho que sea un silencio incomodo ya que por dentro estoy gritando tantas cosas, estoy explotando de tantas palabras que decir, pero paro y pienso, y me doy cuenta de que esas palabras no tienen sentido, estoy confusa pero a la vez harta, harta de que las cosas simplemente pasen. Estoy harta que sigan su rumbo, de tener que callar, quiero influir sobre ellas, pero quizá no sea la mejor idea y por ese motivo en esos momentos adoro el silencio. Me gustaría salir de este enriedo y volver a una de esas estúpidas pero a la vez útiles lineas rectas donde todo es estable, sin altibajos en la vida.
Dicen, que esto es solo el principio y noto que yo, ya me estoy cayendo, aunque luego me vuelva a levantar. Si esto es solo el principio es cuando pienso que a lo mejor es verdad eso que dicen por ahí, que todavía no lo he vivido todo y me falta mucho por vivir y aprender, que en ocasiones se nota que nosé nada de la vida aunque intente aparentarlo. Es entonces cuando me doy cuenta que solo soy una niña, una niña jugando a ser mayor e intentando ser fuerte. Una niña que está jugando con fuego y se puede quemar.